Era
el mes de mayo. Ya había pasado un año desde que diagnosticaron a Ana que era
diabética y celiaca. Una tarde llegó Ana de su actividad extraescolar de fútbol.
Le encanta jugar al fútbol. Estaba sentada merendando cuando me di cuenta que
su cuello estaba bastante abultado. Le pregunté si le habían dado algún golpe y
me respondió que no. Esa noche no pude conciliar el sueño, estaba bastante
preocupada. A la mañana siguiente fuimos al consultorio local, a nuestro médico
de cabecera. Éste, tras palpar su cuello, me dijo que tenía inflamada la
tiroides y que había que hacer una analítica y una ecografía para determinar si
se trataba de hipotiroidismo o hipertiroidismo. Solicitamos la cita (por la
seguridad social) para la ecografía pero nos dieron como para dentro de un mes
y, como estábamos bastante nerviosos y preocupados, decidimos no esperar un mes
y fuimos a una clínica particular.
Una vez en la consulta de la clínica particular, el doctor, nada más tocarle el
cuello, nos dijo: “Hay que operar, hay que quitarle la glándula tiroides”.
Nos levantamos y nos fuimos en busca de otra opinión.
Continuará…
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