Ana, mi peque, bueno peque para mí, ahora ya tiene 15 años, debutó con tan sólo siete añitos.
Unos meses antes comencé a notar que perdía
peso (adelgazó como unos tres kilos) si bien, yo lo achacaba a que había dejado
de comer en casa y empezado a comer en
el comedor del colegio. Una semana antes comenzó a despertarse por la noche con
bastante sed, me decía mamá tengo la garganta seca por favor dame agua, ella
nunca antes se había despertado para beber. Entonces ya me empecé a preocupar.
He de contaros que mi hermano, mayor que yo, también es diabético, pero él
debutó con 16 años, por lo que el que
Ana perdiera peso y además me pidiera agua me puso en alerta.
Fue un
domingo, el día 10 de abril de 2.005. Al levantarse Ana, le pedí a mi hermano que
se acercara a casa con su glucómetro para medir la glucemia de Ana. Cuando le
hicimos la prueba el resultado fue “ERROR”, mi hermano acongojado, por no decir
otra cosa, me dijo: SAL CORRIENDO PARA EL HOSPITAL. (A veces, determinados glucómetros cuando la glucosa es
muy alta y no es capaz de medirla dan
error).
Recuerdo que ese día era el cumpleaños de mi madre, ella nos esperaba
para comer, y nosotros, camino del hospital.
Cuando llegamos, directamente nos pasaron a un box y le
hicieron una nueva prueba de glucemia, el resultado fue 476, mi marido que estaba
apoyado contra la pared empezó a resbalar sobre ella hasta llegar al suelo. Yo
me quedé paralizada, pero no sé de dónde saqué las fuerzas para decir a mi niña
con una sonrisa en la boca: “no pasa nada cielo, eres diabética como el tío”. Nos hicieron salir del box para tomar pruebas
de sangre a la peque, y nos pasaron a una habitación. Nos dieron unos
tranquilizantes porque en ese momento sin Ana presente estábamos histéricos. Y
de ahí a planta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario