Al
cumplir los once años Ana empezó a tener más descontrolada la diabetes. Algunos
días, sin razón justificada y sin haber ingerido hidratos, sus niveles de
glucosa se disparaban. Yo estaba preocupada y no sabía cómo controlarlo. En la
revisión, lo puse en conocimiento de su endocrino, el doctor Guerrero, y nos
dijo que tranquilos, que en estas edades, las hormonas están bastantes
revolucionadas y suele descontrolarse un poco la glucemia.
Recuerdo que cambiamos las pautas de los pinchazos: de poner Lantus (insulina
de absorción lenta) por la mañana, pasamos a ponerla por la noche, con lo que
logramos controlar los picos tan altos que hacía de madrugada. Fenómeno del
Alba, que se llama, y que Ana antes nunca había tenido.
Aunque me sentía bastante estresada por no llegar a poder controlar la
diabetes, sabía en el fondo que es una etapa por la que hay que pasar y que no
queda más remedio. No obstante, con un poco más de constancia, lo pudimos
controlar y solamente en un control trimestral de glicosilada se disparó a 8.
El resto ya se ajustó a sus niveles normales, entre 7 o 7, 3 como mucho.
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