El
año anterior habíamos decidido alquilar un apartamento porque nos daba miedo ir
a un hotel. El tema de la celiaquía en aquellos tiempos era más complicado y no
era tan conocido como ahora. Y nosotros más inexpertos también.
Habíamos
visto en varios foros y revistas que en los cruceros no había problema para
llevar una dieta exenta de gluten y este año nos decidimos a realizar nuestro
primer viaje en barco.
Ana llevaba un mes diagnosticada de hipotiroidismo y nos adelantaron la
fecha de la analítica para que no tuviéramos que suspender el viaje. Su doctora
nos dijo que por nada del mundo lo suspendiéramos, que nos vendría muy bien
despejarnos un poco y disfrutar después del añito que llevábamos, que desde
donde estuviéramos la llamásemos y nos diría si la dosis era la correcta o
había que bajarla o subirla.
Durante la contratación del viaje ya indicamos que Ana tenía que tener una dieta
exenta de gluten y que, como además era diabética, había que tener cuidado con
los hidratos de carbono.
No puedo olvidar que lo primero que eché en la maleta fue la báscula de la
cocina, para poder pesar los hidratos que la sirvieran. Me llevé una maleta
casi llena de galletas, zumos, cereales…, no me fiaba mucho. Hoy en día,
echando la vista atrás, me hace gracia.
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